En política todo se cobra. Con la división del Juzgado Electoral y de Minas habrá vacantes. El que se anotó, porque se anota en todas, es el diputado Augusto Barros, cuyo fanatismo por el gobernante peronista de turno había sido una máscara para obtener beneficios personales y para la familia. Esa desesperación por defender lo indefendible no es gratis, pretendería el cargo de juez Electoral, una vez que se escinda del juzgado de Minas, tal como lo promueve el Gobierno.
Encajaron militantes en todos lados. No solo peronizaron la Corte, metieron por la ventana fiscales hijos de funcionarios y senadores, forjaron su lista peronista en el Colegio de Abogados convirtiendo la institución en otra sede con letrados que van ubicando en el gobierno, inventaron lugares para todo el grupo familiar a pagar con sueldos del Estado, ni hablar del festival del ñoqui que nos cuesta millones a los catamarqueños.
De manera que el de la máscara no solo es Barros pero es uno de los casos paradigmáticos que incluso acarrea mucha bronca hacia dentro del peronismo. Pasó de aprovecharse del Estado a rozar la grosería, lo obsceno. Viene siendo noticia por créditos en un sorteo de dudosa fortuna, con la descendencia y la pareja viviendo de las arcas públicas, siendo portavoz de la reforma judicial cuando fue un estudiante crónico sin experiencia en la profesión, ahora, la frutilla del postre: quiere ser juez Electoral.
Un amigo solía decirme que las especulaciones son todas válidas porque cualquiera puede ser cierta. Los políticos les gusta repetir que “la política es el arte de lo posible”, traducido significa que están dispuestos a vender la mama. También les molesta que uno diga que “arreglaron” un cargo o las leyes, ellos prefieren decir que “acordaron”. Otro amigo (tengo muchos) me recuerda que siempre se puede estar peor, a pesar de las esperanzas. Tiene razón, con estas operetas y nombres, qué otra cosa puede resultar.
Si el fiscal o juez es de reconocida trayectoria en un partido político, sumado a los funcionarios judiciales que ya están involucrados en el tráfico de influencia como ya se denunció en varias oportunidades, seguimos cayendo. La Justicia no se anima a ir a fondo porque teme mirarse la cara en el espejo. El accidente le desfiguró el rostro, la reconstrucción estética la dejó peor. Será por eso que vive en la oscuridad de los edificios, aislada, acompañada únicamente por los amigos que ya conocen el rostro del monstruito.
Por Juan Carlos Andrada
Especial para El Aconquija
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