Como la época de la “fiebre del oro”, los catamarqueños se volcaron a invertir en Adhemar Capital. Sin importar la ideología, peronistas, radicales, macristas, jalilistas, corpaccistas; sin tener en cuenta la clase social, pobres y ricos; sin atender al rol, taxistas y funcionarios, se metieron de “inversionistas” y apostaron a hacer plata con las criptomonedas. Algunos ya optaron por cambiar la estampita de la Virgen del Valle en la billetera por la de Adhemar Bacchiani.
Un fenómeno sociológico nuevo se dio en Catamarca, la fiebre por las criptomonedas donde de manera irracional o alocadamente la gente vendió su auto e incluso su casa para apostarlo a todo o nada en una suerte de timba o ruleta rusa en la financiera Adhemar Capital. Sin ni siquiera saber escribir, un chico de la villa se convirtió en “inversionista” y hasta habla de corrido de las milagrosas criptomonedas.
Atrás quedaron las críticas a la Corporacion Jalil por reducir la salud a negocio o pensar solo en la moneda. De repente, todos se convirtieron al jalilismo monetario o todos somos jalilistas en este sentido. Era envidia, no convicción. Además, qué tiene de malo hacer plata como sea, si de esta vida no hay otra o a la vida hay que vivirla. Si ellos hacen plata, por qué nosotros no. El hartazgo de ser pobres, el encierro de la pandemia empujó a la gente a la ludopatía.
Habría que ver si la Iglesia no hizo también alguna diferencia con las criptomonedas a través de un “servidor del Señor” que conociera el nuevo negocio, puesto que la institución religiosa vio resentido el diezmo durante la etapa de pandemia debido a que las parroquias estaban cerradas y no se podía pedir la limosna. Como sabemos, Urbanc también es un hombre de negocios. El Obispo cerró varios acuerdos por tierras con el gobernador de la provincia, Raúl Jalil.
Pero la oportunidad no la dio el Gobierno sino la nueva religión de la mano del “pastor” Adhemar Bacchiani. El “Ungido” en criptomonedas sabe cómo llegar a sus fieles devotos que lo veneran tanto más cuanto más ostenta. Su éxito es el éxito de todos los inversionistas. No puede caer, no debe caer. Por tanto, cualquier insinuación demoníaca debe implicar condenar a los “tibios” y timoratos que no se animaron a invertir. Lo demás es cuestión de “fe”.
Por Juan Carlos Andrada
Especial para El Aconquija.
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