Ya todos saben que a muchos peronistas no les cierra Raúl Jalil. Nunca les cerró. Se encolumnaron por la coyuntura histórica pero amagaron armar algo paralelo siempre molestos porque Raúl coqueteó mucho tiempo con Mauricio antes del acuerdo con Corpacci. Hoy ese sentimiento aflora impulsado por la ninguneada que reciben muchos justicialistas sobre todo en el interior. A sabiendas de que a Alberto Fernández tampoco le convencía, las conversaciones por un espacio albertista antijalilista se reactivaron.
Y no solo el interior están ansiosos. En capital, diputados y senadores identificados con el kirchnerismo especulan con que el Presidente de la Nación tenga su propio armado en Catamarca con un referente que represente fielmente la doctrina peronista y no sea cuestionado abiertamente como Jalil porque carece de pertenencia ideológica o la trasciende con declaraciones despreocupadas que idolatran igualmente a Macri o Alberto sin atender la coherencia política o económica.
A Jalil le cuesta armar políticamente porque su perfil es más bien empresarial y al PJ le cuesta seguirlo porque no se identifica desde el punto de vista político. Le tienen la factura hecha porque Raúl amagó irse varias veces (incluso con los adversarios) para ser gobernador con quién sea y cómo sea. Después de asumir, Jalil se cortó solo incluso manejándose a los decretazos y cometiendo errores que el peronismo en silencio condenó como la represión a cesanteados en Valle Viejo y Recreo.
Mientras tanto el Gobernador decidió jugar con los jefes territoriales (intendentes) y está convencido que puede cambiar el humor de la gente con obras públicas. Se siente medianamente tranquilo porque el Radicalismo insufla aire pero el globo está pinchado, solo se infla hasta la mitad y sin dejar de soplar. Otra cosa es el descontento social y los “compañeros” que quieren cambios antes de tiempo cuando saben muy bien que Jalil debería tener sus dos periodos sin ser molestado antes de darle lugar a otro.
En este sentido, fuentes ligadas a El Aconquija confirmaron la comunicación telefónica entre dirigentes provinciales y nacionales para que el albertismo comience a tomar forma no solo por no sentirse contendidos en la administración Jalil (que entienden un símil del macrismo) sino porque ese espacio abriría puertas a planteos ideológicos y recursos que garanticen que la política nacional sea claramente visible en Catamarca con el sello y la impronta indiscutible de Alberto.