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Qué opinás de las peñas virtuales ¿funcionan?

Las nuevas formas de festivalear en pandemia.

La versión virtual del folclore en Catamarca difícilmente sea rentable pero no parece quedar otro camino en medio de esta pandemia que nos acosa en todas partes. Sin las tradicionales peñas y festivales, las transmisiones en vivo en las redes sociales pueden reunir algunas personas mientras sean gratis pero cuando se cobra o hay que pagar por ver a los artistas locales el número de visitas se reduce considerablemente.

El CV-19 casi no nos ha dado alternativas y las pocas que existen no logran acercarse a lo que conocíamos como la realidad o la normalidad. La gente no responde a este formato virtual y por supuesto dista demasiado de enterar los 3 mil, 5 mil o 10 mil espectadores que se congregaban en los escenarios catamarqueños. Lo virtual es para pocos, parece que no satisface al público ni tampoco al artista, al que le falta el contacto directo de esas entrañables actuaciones.

El éxito o fracaso de una transmisión tiene que ver con el formato. Lo esencial del artista, lo deseado, el objetivo final era el roce con el público. Ninguna pandemia va licuar esa esencia natural, un artista nace y muere artista, pero, el virus afectó ese contacto con la gente, algo que las redes sociales no podrán suplir ni reemplazar jamás. Un golpe bajo del coronavirus que dejó a los artistas en una pausa agonizante.

El maldito virus atentó contra la continuidad no solo del folclore sino de los artistas en general. La danza también se vio gravemente tocada. No solo en cuanto a la imposibilidad de hacer reuniones para forjar los cuadros con gran cantidad de bailarines sino que el desafío de proponer ahora formas virtuales para llegar al corazón no es fácil, el espectador también está escondido detrás de una pantalla del teléfono porque no puede asistir a una peña real como antes.

De manera que no es aún una veta rentable para los artistas en términos individuales pero si podría ser una oportunidad para los gobiernos de dibujar números con una necesidad sentida de los pueblos de tener sus peñas o festivales virtuales. Con el argumento de la angustia que genera el coronavirus, la distracción cultural puede justificar grandes sumas de la caja del Estado para invertir en software y programas virtuales para la cultura festivalera y la alegría de los pueblos.

Un ejemplo de esta nueva forma de festejar: El tradicional Niquixao de El Rodeo desde la virutalidad.