Evidentemente la impotencia ante la crisis sanitaria y económica por el COVID-19 hace delirar a los funcionarios, legisladores y dirigentes. La política es una cuestión de imagen y la capacidad de dilatar los tiempos para no dar nunca con respuestas de fondo, mientras se mantiene la ilusión viva en el imaginario popular. De aquí las frases descabelladas, las acciones para la tribuna, las puestas en escena, verdaderos actores de una obra tragicómica dónde uno no sabe si reír o llorar.
En el caso de los diputados y senadores viven bajo sospecha de que no aportan nada bueno a la sociedad con sueldos tan diferentes al del trabajador raso que evidentemente los enajena y terminan pensando con tal impunidad que hasta pierden el sentido común. Las declaraciones y los proyectos son insólitos, una verdadera falta de respeto a la comunidad. Y por supuesto, sobran las Declaraciones de Interés y los Homenajes.
Sin ir más lejos, en medio de la emergencia sanitaria y económica, este medio cronicó que el diputado Maximiliano Rivera, hijo del ministro de Desarrollo Social, Marcelo Rivera, como burlándose de los desempleados y olvidando la hambruna que se acentúa con la pandemia, presentó un proyecto para llamarle Daniel Alberto “Cata” Díaz al Polideportivo de las 920 viviendas en homenaje al futbolista catamarqueño. Lejos de las necesidades, en otro mundo.
El que reapareció ahora es el senador Dalmacio Mera: “Somos la capital del Poncho y ahora la del barbijo por esta importante acción preventiva que instaló nuestro Gobernador”, un intercambio de gentilezas que sonó más a fanatismo ideológico, fantasía. Con una pandemia mundial, Catamarca es la “capital del barbijo”, tal vez la ONU o la OMS así lo consideren a pesar de las violaciones a la cuarentena de los propios funcionarios, controles ineficientes y falta de insumos.
Al margen de que también Mera -como Jalil- dejó afuera de la reflexión a la Virgen del Valle en esta suerte de milagro del Caso Cero de COVID-19 en Catamarca, el entusiasmo y el exceso de confianza ha sido característico de los sucesivos gobiernos de turno sin que les preocupe incluso la contradicción en la que caen ellos mismos ni la realidad. Mientras tanto, se dan la razón, se felicitan, se entregan premios entre ellos, lo “normal”, las cosas que inspiraron “Cambalache”.
Por Juan Carlos Andrada