El pasado miércoles falleció Juan Carlos Díaz, también conocido como “El ciego Díaz” o “El uturunco Díaz”, un hombre clave en el descubrimiento del llamado “Pozo de Vargas”. El lugar fue utilizado por los militares durante la última dictadura como fosa común para enterrar a personas desparecidas clandestinamente.
Gracias a las investigaciones de Díaz, se pudo localizar los restos de unas 117 personas que figuraban como desaparecidos, entre ellos muchos colegas suyos de la militancia peronista. El hallazgo se produjo a fines del año 2001, gracias al dato obtenido por Díaz y luego de un relevamiento realizado en una finca privada propiedad de Antonio Vargas en la zona oeste de la Capital, casi al límite con Tafí Viejo.
Según Díaz, la información le llegó gracias a una “borrachera” en la que logró engañar a un ex policía y un ex chofer de la gobernación, quienes prestaban funciones durante la dictadura de Antonio Bussi. Las artimañas de Díaz habrían sido muy astutas y eficaces, ya que por el dato estos hombres estaban pidiendo dos millones de dólares.
Díaz había participado de una de las primeras guerrillas rurales en los años 50, bajo la agrupación “Los Uturuncos”, de ahí tomaría su apodo. En los 70, habría militado desde la Unidad Básica “El Fortín” de Villa 9 de Julio, siempre enarbolando sus ideas de una patria libre, justa, soberana.
La figura de Díaz está profundamente ligada a la memoria de todos los argentinos, y a una de las etapas más oscuras de la historia. Su aporte ha permitido a cientos de familias conocer el paradero de sus parientes desaparecidos por el aparato militar y ha significado un gran avance para los juicios por lesa humanidad de los miembros de las fuerzas.
