En Argentina no jugar al fútbol se lee como una traición a la patria. Pero además es gay, una identidad que convoca el principal prejuicio de las canchas. En Tucumán, una de las provincias más conservadoras del país, un equipo de fútbol visibiliza el orgullo LGBTI (lesbianas, gay, bisexuales, transexuales e intersexuales) en el Día Internacional contra la LGTBIfobia.
Es una realidad que estamos en 2020 y se sigue golpeando a chicos por su condición sexual, se sigue discriminando en la calle. David Atienza, uno de los delanteros de Monarca, el equipo tucumano dijo a Cosecha Roja: “Visibilizar la problemática de una minoría es hacerlos presente en el colectivo: es un crecimiento para la sociedad para el deporte”.
En el fútbol la violencia no es algo conceptual ni abstracto. En las canchas, los cantos de “aliento” que se dan en las tribunas usan en la identidad puto, marica y la penetración anal como insultos. El equipo de fútbol de Tucumán, Monarca busca ser una respuesta a estas canciones desde una de las provincias más conservadoras del país.
El objetivo es visibilizar para terminar con la naturalidad de la violencia. Martín Gauna, delantero, opina al respecto: “Poder hablarlo, decirlo, genera más tolerancia. Por ser rival en un partido las cosas cambian, y justamente ahí se muestra la intolerancia al otro por ser simplemente de otro equipo. El fútbol refleja o potencia nuestras propias miserias”.
A nivel nacional ya existe un antecedente: el equipo de Los Dogos fue creado en 1997 y en 2007 ganó el mundial de la IGFLA (The International Gay & Lesbian Football Association). Esta batalla cultural de sentido es una deuda pendiente de los clubes.