El dolor de su partida se hace visible no solo dentro de su círculo de familiares y amigos, sino también en todos los ambientes donde actuara. Hay conocimiento general de que la ciencia del país acaba de perder uno de sus más preclaros mentores, experimentando un significativo desgarro, como el que el que acontece en los grandes infortunios. Ha muerto pues, un alto espíritu y una mentalidad de privilegio, pues constituyó el arquetipo del científico culto, que fuera en vida visión y nervio, tanto en lo cotidiano como en la cátedra universitaria. Provenía de un progenitor tan insigne como él, proyectando en torno suyo esa luz y esa fuerza caracterizada en una sola energía fecundante, haciendo honor a todas las estirpes de científicos que hoy lamentan su partida.
Algún poeta decía “luz y firmeza, firmeza y luz, como el cristal de roca”
Bien haya pues, recordarlo por su actuar tan firme y tan alto, como pensara y actuara en sus afanes investigativos, donde todos los obstáculos levantados en su camino, lejos de deprimirlo eran acicates que estimulaban cada vez más, la máquina prodigiosa de su talento y de su energía.
Alfredo Coviello fue una mente brillante y un paladín de estos tiempos vertiginosos, que supo encaramarse sobre su era, y mirar siempre hacia adelante, hacia el futuro de la ciencia de la que fuera uno de los más preclaros integrantes.
Quienes lo han conocido como maestro, y como amigo, asisten con estremecimiento a su partida, y hasta dijérase que es un pedazo de patria que se marcha, arropado con su sencillez moral, desprovista de toda vanidad, encima del elogio.
Pasarán muchos años sin que se borre esta tarde de tanto dolor, recordando sus padecimientos, y acaso habría que pensar que la muerte se hubiera esforzado para arrancar ese cuerpo de los afectos cosechados en este mundo. Exhaló su último suspiro con la serenidad de los hombres justos.
Coviello fue un paladín de estos tiempos, y merece que alrededor de su figura venerable crezca por siempre el afecto y la admiración a un grande.
Ricardo Mena-Martínez Castro
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1-Ha muerto pues, un alto espíritu y una mentalidad de privilegio, pues constituyó el arquetipo del científico culto, que fuera en vida visión y nervio, tanto en lo cotidiano como en la cátedra universitaria
2- Quienes lo han conocido como maestro, y como amigo, asisten con estremecimiento a su partida, y hasta dijérase que es un pedazo de patria que se marcha, arropado con su sencillez moral, desprovista de toda vanidad, encima del elogio.
El doctor Coviello egresó de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Tucumán en el año 1960. Se doctoró en el año 1973 con la tesis “Efecto de la angiotesina II en el metabolismo del sodio y del agua en los anfibios”. Lo hizo bajo la dirección de la doctora Julia Uranga del instituto de Biología y Medicina Experimental de Buenos Aires. Fue también su director el profesor Teodoro Combes del Instituto de Fisiología de Tucumán.
Dentro de sus actividades como investigador diremos que fue becario en el laboratorio del doctor Jean Crabbé en la Universidad Católica de Lovaina entre los años 1963 y 1965. Fue asimismo investigador principal del Conicet. Ha publicado infinidad de artículos relacionados con su especialidad que sería largo describir, perteneció asimismo a las más importantes sociedades médicas del país y del exterior. Fundó el Instituto de Investigaciones científicas “Elvira Martínez Castro de Coviello”, destinado a la investigación científica.