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Carlos Berruezo

El País

Un cerrillano más, Carlos Berruezo.

Fue comerciante, concejal, intendente y deportista, pero fundamentalmente, un hombre bueno y generoso.
La vieja casona ya no es la misma. Es que de improviso se fue Carlos Berruezo, ese chango que llegó al pueblo con sus padres en 1950. Tenía 13 años y a poco se hizo un cerrillano más. Quizá mucho tuvieron que ver la escuela Solá, el Club Atlético o sus primeros y entrañables amigos de la vecindad: los Serrano, Alberto «Chunca» Díaz, los Chuchuy, Giulitti, los Ahanduni, los Castiella, Buby Martín y tantos otros que fue haciendo con los años. Fue comerciante, oficio que ejerció desde siempre con una sonrisa sincera y hasta fraternal. Siempre obsequioso, dispuesto a tender la mano al que la necesitaba, sin medir nada.
Los sábados al atardecer, «Coco» ya no pasará con su camioneta cargada para acercar mercadería a sus clientes, fincas adentro. Y cómo no extrañarlo, si por décadas cumplió con esa rutina que inició con su vieja camioneta «colorada».
Trabajó de chico junto a sus padres, quienes al llegar de Monterrico (Jujuy), montaron un bar al copeo y un almacén en esa tradicional casa con galería y pilares blancos que alquilaron en 1950 a los Zorrilla. Solo dos años de trabajo le bastaron a la familia de don Juan Berruezo y doña Piedad para ahorrar y adquirir la centenaria casona que en su puerta grande tiene grabado el año 1894.
Así nació en Cerrillos el más viejo almacén que actualmente tiene el pueblo. Y hay que contar más: pocos fueron los cerrillanos que en 1950 creyeron en la sobrevivencia de ese modesto almacén que fuera fundado por Juan y Piedad Berruezo. Sin embargo, pudo crecer al lado de uno de los almacenes gigantes que supo tener el pueblo hasta los 50: el de don Nicolás Defassio.
También fue contemporáneo de otro próspero negocio fundado en los años 30 por don Abraham Ahanduni, en una esquina de la plaza principal.
Pero «Coco» no solo trabajó, también estudió en Salta para luego volver al viejo boliche -como él decía- que lo supo encontrar entre mostradores, estantes y otras yerbas.
Le apasionó el fútbol y el Club Atlético, donde jugó por años; después el básquet en el Club Municipal, deporte que le permitió conocer en Chicoana a Luisa, que a poco sería su esposa y con quien tuvo cinco hijos, criados en un hogar trabajador.
En 1963, la UCR del Pueblo lo hizo concejal e intendente interino de Cerrillos, cuando solo tenía 26 años. Siempre contaba con sano orgullo que sus tres pares peronistas lo habían elegido, sin dudar, presidente del Concejo Deliberante.
Carlos Berruezo falleció sorpresivamente el pasado 30 de abril. Su ausencia se nota en ruedas de amigos, en el trato cotidiano del negocio y en el seno de su familia. Seguramente que deberá pasar un tiempo para que quienes lo apreciábamos nos acostumbremos a su ausencia definitiva.

Fuente: Carlos Berruezo

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