Cuando en 1820 derrocan al Directorio Supremo y deja de existir el Congreso que sesionaba en Buenos Aires, muchas provincias (y territorios aún no conformados), incluido Catamarca quedaron en libertad de acción. El territorio de Catamarca se veía unificada con Tucumán y Santiago del Estero en la República Federal de Tucuman, bajo el poder de Bernabé Araoz. Reinaba un clima tenso con muchas guerras civiles y políticas anarquistas.
El 25 de agosto es fecha célebre para todos los catamarqueños. En 1821, se declaró la autonomía de la provincia como resultado de la disolución de la República de Tucumán. A 11 años de la Revolución de mayo de 1810, Catamarca logra presumir su primer gobernador, luego de que Aráoz envió a sus representantes, intimando al Cabildo Provincial a aceptar a Nicolás Avellaneda y Tula como gobernador.
Ese día se realizo una reunión vecinal burocrática conocida como Cabildo Abierto, contó con la asistencia de 54 ciudadanos, entre los que se encontraban sacerdotes, militares, intelectuales, comerciantes y hacendados con sus autoridades respectivas. El encuentro allí termina declarando “que el pueblo de Catamarca era tan libre como todos los demás de la establecida Unión del Sud, y que podía, lo mismo que cada uno de ellos, usar sus regalías y derechos”
Si bien los primeros años a la provincia le costó mucho poder estabilizarse, debido al deterioro económico y la anarquía emergente, finalmente la provincia termina de unificarse y consolidarse tras la sanción de la Constitución de la Nación Argentina en 1853. Una de las figuras más célebres en lo que respecta el proceso político Catamarqueño, ha sido Fray Mamerto Esquiú.
Durante la guerra civil, el 9 de julio de 1853, él brindaba sermones acerca de la Constitución, donde clamaba unión y concordia para los argentinos. Fue tanta la convicción que creó entre todos que dicha prédica se propagó por todo el país, colocando a Fray como una figura célebre de la época, capaz de mantener la paz, junto con una doctrina jurídica y sociología sólida. Apodado como “el orador de la Constitución”, fue el gran defensor de los intereses de la región.