A lo largo del tiempo, ha sido un vox populi que tomar vinos como el Malbec hace bien al corazón. Incluso una eminencia como el doctor René Favaloro ha popularizado su famosa frase acerca de los beneficios de la copa diaria nocturna en la salud cardíaca de los pacientes. Basados en este punto, vamos a analizar el consenso que existe en los expertos acerca de los beneficios que trae el consumo moderado de nuestra bebida favorita para la prevención de enfermedades cardíacas.
La clave pasa por la presencia que el vino tinto tiene de antioxidantes, que generan un efecto positivo en el llamado “colesterol bueno”, ayudando a revestir los vasos sanguíneos del corazón y alejar el riesgo de episodios cardíacos, que justamente se forman cuando estos últimos se atrofian o comprimen.
Estos antioxidantes se llaman polifenoles, y le brindan el color, la textura y la astringencia a nuestros vinos. Son sustancias orgánicas compuestas de carbono, hidrógeno y oxígeno, y cumplen la función de evitar el ataque de microorganismos o insectos y desalentar la oxidación que se produciría al tomar contacto con factores naturales como la humedad, el calor o el frío.
Los polifenoles provienen de la uva, y según su tipo, se determinará su composición, sumado a otros elementos como el propio clima, el suelo donde se coseche, el tipo de vinificación o la maceración a la que sea sometida. Hay una proporción directa entre la cantidad de polifenoles que reúna el vino en el proceso de producción y el resultado final: cuanto más tenga, más sabor y cualidades positivas se encontrarán al beberlo.
Ahora bien, ¿cómo se vinculan a la salud cardiovascular? Para responder esta pregunta, hay que considerar que uno de los polifenoles presentes en el vino es el Resveratol, que reduce el riesgo de coagulación de la sangre. Esto, al revestir los vasos sanguíneos y favorecer la circulación. También cumplen un rol importante al incrementar los niveles de colesterol “bueno” (conocido como HDL técnicamente), el cual hace que la grasa no se adhiera a las paredes arteriales, como se dijo.
Estos elementos están presentes fundamentalmente en los vinos tintos como el Malbec, porque es su uva la que mayor presencia de polifenoles tiene en su piel y semilla. Por eso, hay pocas voces que planteen su oposición a este efecto positivo que tiene comprobación científica, acerca del correlato positivo entre el vino y la salud cardíaca.
No obstante, es necesario hacer unas aclaraciones. Por un lado, el consumo tiene que ser moderado, es decir, no superior a una copa diaria para las mujeres u hombres mayores a 65 años. Los hombres que tengan menos de 65 años, producto de su peso y la presencia superior de enzimas, podrían llegar a las dos copas diarias.
La moderación es importante porque el vino no deja de ser una bebida alcohólica, que puede volverse adictiva y desencadenar en una pérdida de autocontrol. A su vez, tampoco es aconsejable en personas que posean enfermedades contraindicadas para este consumo, como aquellas hepáticas o pancreáticas, porten embarazos o estén en tratamiento con medicamentos.
Otro punto tiene que ver con el momento en cual consumir: se recomienda hacerlo al final del día, con el estómago lleno luego de haber comido. De esta manera, se retrasa la absorción de etanol y el estado de ebriedad.
Asimismo, tampoco debe pensarse que basta con el consumo moderado de vino para gozar de una salud cardíaca ideal. Los especialistas no dejan de recordar la importancia de una dieta sana y la práctica de actividad física a la hora de alejar aún más el riesgo de ataques cardiovasculares o fallos cardíacos.
Ahora que ya conocemos los por qué, y que somos conscientes de cómo, en qué momento y hasta cuándo hacerlo, vaya una copita para disfrutar de nuestro tinto. ¡Salud!
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