Ante la aparición de un producto nuevo, suele haber una notoria división entre quienes son más escépticos y conservadores, que miran con desconfianza la novedad, y los más osados y aventureros que se pliegan a cada nueva propuesta que surge. Eso es lo que está pasando con la que probablemente sea la más reciente aparición en el mercado del vino: hablamos de los vinos en lata como el Malbec , a la que se van sumando las bodegas más reconocidas y no pocos afirman que se impondrá en el corto plazo.
El vino en copa, contra lo que se cree, no es nuevo. Se rememora a más de un siglo atrás, cuando en la Primera Guerra Mundial el Ejército de Francia recurría a este elemento para regular y racionar el vino que podían beber sus tropas. Ya en los años 30 esto que se había hecho de emergencia pasó a la producción industrial en el sector oeste de Estados Unidos. Y fue mucho más cerca en el tiempo, en 2003, cuando alcanzó las grandes marcas.
Hoy el vino en copa es una realidad clara en el mercado vinero dominado por el Malbec. Las ventas superaron los 200 millones de dólares anuales y todos coinciden en que va en ascenso tanto en cuanto a la producción en litros como en la facturación.
Los factores que explican el fenómeno
Los tres factores comerciales que explican tal resultado son los siguientes. Por un lado, el hecho de que la lata de 473 mililitros tiene menos volumen que la histórica botella de vino, y por eso, es más barata sobre todo para beberla individualmente. Se encuentra entonces más cubierta una demanda a la que le es más difícil llegar con la botella de cuarto de litro. Y en la que nuestra bebida preferida perdía respecto a la cerveza, que sí contaba con esa variedad.
No es menor en este punto que el impulso lo haya dado la pandemia. Un momento donde quedaban pocas opciones más que beber individualmente y sin poder compartir una copa en el caso de hacerlo entre pares.
Otro punto son las limitaciones a las botellas de vidrio que hay en espacios públicos como playas, parques, recitales o eventos de esa escala. La lata abre ahora esa posibilidad y por eso empezaron a verse los vinos dentro de este modelo ya en los últimos tiempos. La tercera cuestión tiene que ver con una mayor facilidad para manipularla y no depender de un sacacorcho, un impedimento que aunque parezca mentira, en ocasiones desalienta a la compra de botellas de vino.
El cuarto no es ya comercial sino que está vinculado a la actitud de los consumidores. La innovación, el hecho de ser un producto que genera curiosidad, explica también su crecimiento, apalancado en el deseo de muchos clientes de probarlo e ir recomendándolo con el “boca a boca”.
Otros factores secundarios son la sustentabilidad de la lata a diferencia del vidrio, en una era en la que muchos están pendientes de los compuestos ecológicos y la biodegradación. O lo atractivo del packaging, que lo convierte en un producto “instagrameable”.
Los reparos al vino en lata
No obstante, hay todavía varias limitaciones y reparos con los que cuenta este producto. Uno se relaciona a la calidad. Está probado que el vidrio logra mantenerla, pero ¿pasa lo mismo con la lata? Aquí hay un debate. Los materiales de la lata, como el aluminio, alteran el sabor y hacen más turbia la composición del vino envasado en ellas. Fundamentalmente, por la presencia de sulfuro de hidrógeno (H2S) que emana de la lata con sus componentes de azufre y deja su huella indeseada en el aroma y el gusto.
Estas cuestiones técnicas están siendo investigadas y sometidas a pruebas en simultáneo con el auge del vino en lata. Por eso, ya se han comenzado a hacer algunas pruebas con el fin de ir corrigiendo estas imperfecciones y acercando este producto al tradicional de vidrio. Una de ellas es ajustar el pH del vino y bajar la cantidad de dióxido de azufre, más a tono con el hecho de albergarse en una lata.
Otra, moderar el oxígeno disuelto para que se forme menor cantidad de sulfuro de hidrógeno, lo cual emanará menos alteraciones al sabor y el aroma. Y otro punto se enfoca en los componentes de la lata, dotándola de un sistema de filtración que frene la descomposición del aluminio en la bebida.
Estas trabas son las que hacen dudar a muchos dentro del sector acerca de si el vino en lata experimenta un “veranito” que rápidamente encontrará su declive, o si por el contrario, llegó para quedarse. Hoy, los números parecen mostrar lo segundo, con un crecimiento sostenido a pesar de la crisis. Y aumentando la oferta y variedad a tono de la aparición de nuevos demandantes.
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