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Opinión

El Covid-19 se llevó el primer funcionario de Jalil

Romero dejó el cargo de director del Penal de Miraflores.

El doctor Daniel Romero argumenta que renunció como director del Penal de Miraflores por “razones personales” pero el estallido de contagios de Covid-19 en el Servicio Penitenciario no deja de sugerir que “no se fue” sino que “lo fueron”. Romero se mantuvo por 8 años al frente de una institución a la que llegó por ser expareja de Fernanda Rosales, expresidenta del Colegio de Abogados, actual funcionaria de Jalil e hija del dirigente peronista Guillermo Rosales (exsuegro de Romero).

Era mucho ruido ya desde el Penal. Lo de Elian Kotler también tuvo sus costos para Romero, la cara visible de una institución que mantiene presos vip con privilegios escandalosos que molestan tanto a los internos como a los guardias. El poder económico de una familia logró ridiculizar al sistema judicial y Servicio Penitenciario que permaneció permeable a la moneda y siempre dispuesto a sacar a Elian de la cárcel tras ser condenado por matar a Pablo Camaño. El hijo del mayor proveedor del Estado está con domiciliaria, Aire acondicionado, DirecTV y WIFI.

Por otro lado, el manejo económico del Penal es un agujero negro. Los recursos y oficios del Servicio Penitenciario se traducen en una recaudación que merece ser transparentada. Recordemos el misterioso caso de la carne enterrada que nadie sabe explicar por qué. Hay un desprecio generalizado por los “negritos pobres” que se encuentran cumpliendo una condena por distintos tipos de delitos pero los funcionarios y políticos no deberían confiarse demasiado porque gozan de un enorme rechazo por parte de una sociedad que está harta de los vivos de siempre que se aprovechan del Estado.

Tal vez a Romero se lo llevó el covid-19. Otros colaboradores de Jalil también están contra las cuerdas. La pandemia potencia virtudes y defectos. Antes del coronavirus, había más espacio para ser ineficiente, inoperante, corrupto, tanto que en Catamarca la gente tiene fama de tener paciencia infinita. Hoy la tolerancia es otra. Ser ineficiente en este momento puede resultar mortal y las reacciones de los vecinos son más cortas o se da en menos tiempo. Lógico, la vida está en juego.

La pandemia podría derivar en otro “que se vayan todos”. El costo de oportunidades de los pueblos fue un lujo que se daban los gobernantes mientras acrecentaban su patrimonio. El coronavirus desnudó la falta de gestión, la incapacidad, la mentira durante años -en materia de salud sobre todo- por parte de los políticos acostumbrados a manejarse en “otro contexto” donde la comunidad no estaba acorralada entre lo sanitario y lo económico. Seguramente, otras cabezas rodarán.


Por Juan Carlos Andrada
Especial para El Aconquija.

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