En la era tecnológica pocas personas, no importan el rol o función que cumplan, pueden escapar al ojo del “Gran Hermano” que todo lo ve. Y es que las violaciones de la cuarentena y el distanciamiento social por parte de ciudadanos comunes son, sin duda, condenables. Sin embargo, toma mayor notoriedad el hecho de que sean legisladores públicos, autoridades, o gente que tuvo representación institucional que ya no la tiene.
El simple hecho de tener una representación pública, ya agrava la situación, por lo que deben ser el ejemplo para la sociedad. En este caso particular, el diputado radical Tiago Puente dio que hablar por una publicación realizado por un amigo en redes sociales, quien lo mostró infringiendo el distanciamiento al estar en una fiesta. Este hecho genera consternación, no porque se condena a un legislador y al resto de los ciudadanos no, sino porque se espera que desde arriba las autoridades den el ejemplo para que pueda funcionar el ordenamiento social en torno a la pandemia.
Las redes sociales y el mundo digital terminan siendo un arma de doble filo. Se puede cometer la torpeza política de subir una foto e incluso compartirla. En el caso del video del concejal de Andalgalá lo subió un amigo por el festejo de cumpleaños del funcionario. Los imputaron a todos por romper el aislamiento. Lo preocupante acá es que, con los malos ejemplos de los representantes, la gente va a pensar que vale todo: “si no lo cumplen los de arriba, ¿por qué lo tengo que cumplir yo?”.
Por otra parte, la Justicia no da abasto para imputar a todos. Las fiscalías están abarrotadas de denuncias por gente que violó la cuarentena y el distanciamiento. Por lo que cada granito de arena que se aporte para salir adelante, suma. Si a los funcionarios públicos les cuesta quedarse en casa, peor es para el resto de los ciudadanos. Gente que rompe la cuarentena para salir a trabajar y vuelve tarde. Hemos llegado al punto en que en algunas provincias ha sido tan restrictivo todo quelas personas se tienen que elegir entre morir de hambre o salir a ganar el pan.
Sin embargo, un legislador gana mucho más que cualquier ciudadano común. Ni hablar si les sumamos las becas y todos los beneficios que tienen como autoridades estatales. Si ellos no se pueden quedar en su casa dando el ejemplo, la comunidad encuentra la excusa perfecta para también desconocer la normativa que supuestamente debería regir para todos.