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Gustavo Saadi
Gustavo Saadi

Política

La ostentación de los funcionarios de Gustavo Saadi

La opulencia que se muestra en las redes sociales en un contexto de crisis social.

El contexto de crisis no parece alcanzar nunca a los funcionarios o quienes se relacionan con el poder de turno. Acto descarado de opulencia que no conoce la vergüenza pues se exhibe abiertamente en las redes sociales en un contexto de crisis. Por caso, en un evento oficial, todos los funcionarios del intendente de SFVC, Gustavo Saadi, y el propio jefe comunal capitalino, con remeras y camisas Lacoste, prenda que ronda entre los 10 y 15 mil pesos.  

Los privilegiados dicen querer terminar con los privilegios mientras gozan de esos privilegios. Más indignante aún es, para los simples mortales, escuchar que Gustavo Saadi y nuestros funcionarios hablan de pobreza cuando no hacen ni el esfuerzo de disimular. Ostentan en la cara de los pobres, descaradamente. Se nota mucho la brecha entre los que ganan bien y la pasan lindo con los que ganan por debajo de la línea de pobreza y apenas sobreviven.  

Desde la vestimenta hasta los viajes, los vehículos de alta gama, la comida, el confort, un combo que determina que en Catamarca podes ser ciudadano de primera o de cuarta. Es la minoría “exitosa” que se sirve de la posición de poder para demostrar que “la vida es bella” frente a la gran mayoría “fracasada” que no sabe administrar sus  míseros ingresos con el objeto de cambiar su suerte, una cuestión de “actitud proactiva” y administración del sueldo que le falta aprender.   

Lo peor es que ya “naturalizaron” la superabundancia de los que están “arriba”. Lo que hace concluir que, los de “abajo” ya se resignaron y que ven bien o no les llama la atención que los funcionarios sean ricos y el resto pobres. Curiosamente, los afortunados como Gustavo Saadi administran la cosa pública, en tanto los desafortunados solo les confiaron esa tarea, supuestamente para que los ciudadanos comunes sean beneficiados y no al revés. Eso jamás se pactó o se acordó así.

Llegar con bolsones a lugares forjados con chapa y nylon en camionetas que cuestan 5 o 10 millones de pesos, vistiendo Lacoste luego de haber desayunado en algún hotel céntrico, tras un fin de semana maravilloso en alguna villa veraniega, es más que vergonzoso. Se derrocha o se tira manteca al techo todo el tiempo; al colmo de contrastar con actos solidarios donde lo que realmente abunda son las situaciones de extrema pobreza.

Redacción El Aconquija

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