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Dalmacio Mera
Dalmacio Mera

Opinión

Cuando la panza no nos deja ver

Cuando la panza ya no nos deja ver.

Los políticos se esfuerzan por identificarse con la gente pero la realidad es que hay un abismo en el medio. La imagen del senador nacional peronista, Dalmacio Mera, me recordó a la frase del ex presidente de la Nación, Raúl Alfonsín, cuando fue interrumpido durante un discurso histórico que luego se redujo a la anecdótica frase: “¡A vos no te va tan mal gordito! ¿No?”. Sin embargo, en el caso de Mera, tal vez sea solo un descuido en la era de las redes sociales, o una estrategia.

Cada hombre esconde una historia. El gordito del que hablaba Alfonsín tiene otro contexto, era un changarín con hambre y sin laburo que tocaba el bombo por entonces y que mucho más tarde se convirtió en gremialista. Es raro que Mera haya perdido la línea o el cuidado, tal vez la pandemia da la impresión de que a nadie le importa salirse de los estereotipos y entonces justamente la estrategia sea mostrarse despreocupado como todos (identificación) con alguna foto de archivo.

La semana pasada publicamos el nuevo bar de la legislatura de Catamarca, un lujo que denota las prioridades de la clase política contemporánea en plena emergencia sanitaria por el covid-19. Por un lado se les niega aumento a los empleados al mismo tiempo que las autoridades invierten en un bar que no tiene otra finalidad más que el confort o la comodidad para que ellos tomen un cafecito en su lugar de trabajo, el enojo de los trabajadores es más que comprensible.

A propósito de las ridiculeces oficiales, la senadora Inés Blas pidió colaboración para hacer un chocolate para los chicos por el Día del Niño. Parece que los 300 mil pesos mensuales que cobra no le alcanzan para comprar un Nesquik y una leche en polvo. Después aparece Lucía Corpacci pelando papas con una campera de pluma de ganso que cuesta 30 mil pesos en un comedor de un barrio pobre de Catamarca. Uno peorcito que otro, pero, con el populismo intacto en pandemia.

Volviendo a nuestro amigo Mera, hace poco proponía que Catamarca sea declarada “capital del barbijo” por ser la primera en exigir este elemento de prevención en la batalla contra el covid-19. Claro que también podríamos ser “capital” del empleo público, del desempleo, de los precarizados, de la desindustrialización, de la deforestación en el Este, de la derivación sanitaria (interior-capital), de la represión (Valle Viejo, Recreo, Capital, Antofagasta). Pero, esto, por supuesto, nuestro gordito no lo ve… ¿será por la panza?


Por Juan Carlos Andrada
Especial para El Aconquija

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