Ya pasaron 30 años de aquel 8 de septiembre de 1990 cuando María Soledad Morales fue asesinada en la provincia. Su cuerpo apareció dos días después, sobre la ruta nacional Nº 38, en el Parque Daza a unos siete kilómetros del centro capitalino. Este crimen fue una suerte de bisagra que cambió y marcó para siempre a la provincia y al país. Luis Tula, su novio, fue el primer sospechoso.
Luego, las miradas recayeron en Guillermo Luque, hijo del diputado nacional Ángel Luque a quien le costó su cargo como legislador y fue expulsado del Congreso de la Nación. Al momento, la autopsia determinó que la muerte se debió a un paro cardíaco causado por una sobredosis de cocaína, que fue violada y violentada para luego ser arrojada a un descampado ya muerta.
En marzo de 1996, Tula y Luque ocuparon el banquillo de los acusados por el crimen de la Cámara Penal de Segunda Nominación. La prensa de todo el país tenía puestas las cámaras sobre el Tribunal que estuvo integrado por los jueces Alejandro Ortiz Iramain, Juan Carlos Sampayo y María Alejandra Azar y el Ministerio Público Fiscal representado por el fiscal Gustavo Taranto.
Allí se advirtió una seña entre dos de los magistrados lo que llevó a que el debate se anule. En 1997 se inició el segundo juicio con los magistrados Santiago Olmedo de Arzuaga, Jorge Álvarez Morales y Edgardo Morales. El fiscal Taranto seguía a cargo del Ministerio Público Fiscal de esta Cámara. Después de varios meses de audiencias, en febrero de 1998 se conoció el veredicto.
Guillermo Luque fue hallado culpable del delito de “violación seguida de muerte” y fue condenado a 21 años de prisión. Por su parte, Tula fue condenado a 9 años de prisión, al ser hallado culpable en el delito de “abuso sexual” en calidad de partícipe secundario. Hoy, en el lugar donde fue hallado el cuerpo de María Soledad aún se encuentra el monolito que sus padres y sus compañeras de escuela erigieron como símbolo de su lucha.
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